La Puebla y Villa de Guadalupe es un lugar inagotable. Cuando el viajero cree que conoce su peculiar casco urbano -más allá del archiconocido y no por ello menos interesante monasterio- se topa de súbito con la pregunta clave para entender la vida humana en cualquier sitio: ¿de dónde salía el agua para sostener a cientos de monjes, legos y demás habitantes de la localidad? Pues del mismo sitio del que aún hoy sale: el Arca del Agua.

Cuando en 1350 la enorme mayoría de la población europea carecía de agua corriente y de calidad, fray Toribio Hernández de Mena tuvo la brillante idea de horadar un punto en medio de las montañas del cual brotó -y sigue brotando- un agua pura y cristalina que, magníficamente encauzada por medios de atanores cerámicos, hizo llegar hasta los últimos rincones de Guadalupe. Naturalmente abastecía al monasterio, pero también a los hospitales, fuentes públicas y hasta casas privadas. Del mismo modo se dotó a la localidad de un sistema de alcantarillado que aseguraba el saneamiento de la población.

Placa del arca del agua de GuadalupeGalería del arca del agua de Guadalupe El Arca del Agua es Bien de Interés Cultural desde 2017 y es una impresionante obra de ingeniería medieval que sorprende a cualquiera que entienda que no era fácil en el siglo XIV llevar a cabo semejante proeza, posteriormente ampliada y mejorada con el tiempo a medida que crecían las necesidades de agua de Guadalupe.

Desde estas líneas animamos a nuestros lectores a descubrir el entorno de la Villa y Puebla, sin limitarse a visitar únicamente su famoso monasterio. Hay todo un inmenso patrimonio en sus alrededores que merece atención, desde la ya comentada Arca del Agua hasta el martinete, el pozo de la nieve, el Humilladero, la granja de Mirabel y tantos otros lugares de importancia.