La persistencia del legado andalusí es clave para entender el devenir histórico de la Península Ibérica hasta nuestros días. Más allá del uso y de la práctica que se les ofrecieron durante los siglos medievales, un nutrido grupo de construcciones islámicas perviven en el solar peninsular como fiel testimonio de lo que fue la dominación y el poblamiento musulmán entre los siglos VIII y XV. El territorio extremeño, por no hablar de una anacrónica región aún no concebida políticamente, alberga muestras paradigmáticas de esta huella islámica, en lo rural y en lo urbano, ya en su vertiente militar o civil. Sin embargo, la historiografía extremeña no ha sido muy prolífica en sus aproximaciones a esta realidad palpable, todo sea dicho, debido a su predilección por otros escenarios y contextos de la Historia Medieval.
Entre los muchos testimonios físicos de este pasado, mejor o peor conservados, sobresalen las fortificaciones, los amurallamientos y demás construcciones castrenses erigidas en esta región de al-Andalus. Construcciones defensivas de aquí y de allá que conoce muy bien Samuel Márquez Bueno. Avezado investigador en historia y arquitectura de al-Andalus, especialmente en las fortificaciones militares del suroeste de la Península Ibérica, quien amablemente atendió nuestra invitación para compartir sus últimas investigaciones al respecto con motivo de la segunda edición de “Cafés con Historia”. La cita tuvo lugar el día 12 de abril en la Galería de Arte – Cafetería “Los 7 Jardines”, como en la ocasión anterior, en pleno corazón del casco antiguo de Cáceres. El título de la charla-coloquio, “Las huellas andalusíes de Extremadura: fortificaciones y portadas monumentales”, hizo honor a las atenciones que han ocupado el tiempo de Samuel Márquez en sus últimos años: las portadas monumentales de las fortificaciones andalusíes como formales argumentos para la propaganda y la expresión del poder islámico, donde se concentran los mayores alardes edilicios de todas sus construcciones defensivas.
En suelo extremeño, las alcazabas de Mérida (Badajoz) y Trujillo (Cáceres) son la muestra más palpable de cómo se impone este poder incipiente en los primeros compases de la conquista y de la islamización, con todos los préstamos heredados del Mundo Antiguo y de la Alta Edad Media, donde se pueden apreciar las claves influencias romanas y bizantinas en la fundamentación del modelo arquitectónico andalusí. Un contexto en el que la mezquita de Córdoba se ha erigido ya por méritos propios y desde un principio en el referente arquitectónico del mundo islámico, el patrón edilicio que se adoptará como modelo de imagen de poder y prestigio en al-Andalus para las portadas de sus fortificaciones durante los siglos IX y X. Con todo, los recursos arquitectónicos evolucionarán conforme se sucedan las diferentes dinastías que pugnan por el control de al-Andalus. Ejemplos paradigmáticos de esta realidad son los de Gormaz (Soria) y Ceuta, que conforman en sus portadas monumentales un lenguaje propagandístico propio ligado a las fronteras del Califato, ya con los reinos cristianos al norte o con los fatimíes al sur. En la región extremeña, lejos de estas fronteras, el ponente invitado no quiso olvidarse del Castillo de El Marco en Carrascalejo (Cáceres) ni de la ciudad de Vascos en Navalmoralejo (Toledo).
Para Samuel Márquez, el Imperio Almorávide no tiene una arquitectura representativa y por eso los esquemas edilicios y estilísticos no sufren modificaciones reseñables, más allá de la reestructuración que cabe atribuir a un tiempo nuevo. El testigo almohade, en cambio, sí trae consigo una mudanza fundamental en el siglo XII, como es la postergación del valor simbólico de la construcción en favor de su funcionalidad militar. En la actual Extremadura y cercanías, destacó los casos de Elvas (Portugal) y sobre todo de Badajoz, cuya alcazaba pauta el modelo de puerta monumental con arco de herradura construida en piedra en sus diferentes accesos (geométricamente muy bien diseñadas y ejecutadas), aunque todo el resto de la fortificación se levante con tapias. La epigrafía y la escritura, utilizadas hasta la fecha con la misma función que en la Antigüedad, a la fundación de una construcción o a su conmemoración, deja paso a su empleo como expresión legitimadora de la dinastía almohade, apoyadas aquéllas en las sagradas escrituras coránicas.
Muy pronto, a mediados del siglo XIII, se puso fin a la conquista cristiana de la moderna Extremadura y las construcciones islámicas descritas pasaron a ser la huella de su preexistencia. No obstante, para finalizar su intervención, Samuel Márquez hizo un guiño a los asistentes extrapolando algunas de esas tesis planteadas a la fortificación islámica de Cáceres y a su coracha frente a la Ribera del Marco. Será la arqueología, en su opinión, la que determine la hipótesis esbozada sobre la posible existencia de una puerta monumental en este frente de las defensas; no urbana, sino ligada al poder que emana de la derribada alcazaba. La charla-coloquio tuvo tiempo también de discurrir por los cauces del debate. Especialmente, sobre el citado acceso frente a la rivera y el resto de los pasos abiertos en la fortificación cacereña (su número, su distribución…), una construcción defensiva que todos consideramos capital para entender la evolución del urbanismo y de la arquitectura de Cáceres.
Desde estas líneas, ofrecemos a Samuel Márquez nuestro más expresivo agradecimiento y la mayor de las felicitaciones, más si cabe cuando muchos de sus argumentos sobre la cuestión se encuentran aún inéditos. Nuestra gratitud también a quienes nos acompañaron en esta segunda jornada de “Cafés con Historia”, quienes pudieron comprobar cómo el hito islámico dejó durante siglos la mayor eclosión de arquitectura monumental vista en la Península Ibérica desde la caída del Imperio Romano. Os esperamos a todos en la próxima edición.