Extremadura hunde gran parte de sus ráices históricas en la dominación romana. Augusta Emerita (Mérida), fundada en tiempos del emperador julio-claudio que le dio nombre, capitalizó casi desde un principio la administración de la Lusitania, provincia romana del occidente de la Península Ibérica, y más tarde la de la Diocesis Hispaniarum, cuando quedó a cargo de los destinos de todo el territorio peninsular más el de las fronteras del norte de África. La romanización irradiada desde este centro político y económico hacia la periferia se vio pronto plasmada en un área densamente poblada, con colonias y municipios vertebrados en torno a las calzadas romanas que radialmente convergían y salían de Augusta Emerita. La más relevante para superar las distancias que separaban el norte y el sur de Hispania, el Iter ab Emerita Asturicam, conocida hoy popularmente con la denominación de Vía de la Plata, cuyo trazado jalonaban importantes poblaciones romanas. Cabe aquí ubicar a Cáparra (Guijo de Granadilla – Oliva de Plasencia), municipio romano que alcanzó un gran dinamismo durante el Alto Imperio y que se erige ahora en protagonista de este relato. Todo con motivo del viaje arqueológico que Guías-Historiadores de Extremadura diseñó el 28 de octubre para aquellos interesados en conocer las huellas de Roma en la Extremadura actual. Os dejamos a continuación una breve crónica del viaje y una reflexión sobre el mismo.

Medio centenar de personas disfrutaron in situ de estos testimonios físicos de la civilización romana, acompañadas en todo momento por Carlos Marín y María José Rodríguez, integrantes de nuestra asociación cultural y coordinadores de este viaje arqueológico al pasado de Extremadura. El Centro de Interpretación de Cáparra, dotado de los medios audiovisuales, la panelería y las recreaciones necesarias para ubicar a todos en los espacios y los tiempos cambiantes de esta población, desde su fundación romana hasta su lento declive y despoblación en el siglo XIX, fue el marco perfecto para introducir a nuestros acompañantes en este referente de la Arqueología extremeña. Apoyados en la narración de las excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha, que se han prolongado desde la década de 1920 hasta la actualidad, logramos contextualizar los restos arqueológicos de esta ciudad romana amurallada de aproximadamente 15-16 ha. dotada de todas las infraestructuras públicas y privadas para el desarrollo de la vida política, religiosa, social y económica de ella y de su entorno.

La ruta guiada a los restos arqueológicos nos parecía excelente para desgranar todas las vertientes de la vida cotidiana en esta ciudad caminera. Así, el ocio romano tiene su referente en Cáparra en el anfiteatro, recientemente excavado y rehabilitado por la Administración regional, lo que permite conocer la funcionalidad de este espacio lúdico, sus aspectos constructivos más reseñables y el concepto del recreo y del juego siglos atrás. Frente a la puerta SE de la ciudad se advirtieron los restos de este acceso, de sus torres de flanqueo y de la muralla que circundaba el perímetro urbano, concebida toda ella en un primer momento como un pomerium (a modo de frontera simbólica) y como un muro verdaderamente protector durante las inestabilidades del Bajo Imperio. De igual modo, del urbanismo caparrense se pudo conocer cuáles eran los tipos de viviendas erigidas en Cáparra y cómo se desenvolvían sus moradores en ellas; primero, en la insula excavada completamente, construida a modo de bloque de viviendas y habitada por los ciudadanos que no podían permitirse residir en una domus, reservada a las estirpes más acaudaladas y concebida con todas las comodidades necesarias para una familia de las clases más altas, algo constatable en las dimensiones y las estancias de la conservada también en el yacimiento arqueológico.

Otros momentos del esparcimiento cotidiano se podían disfrutar tomando los baños en las termas, una de las costumbres más arraigadas en la sociedad romana, no sólo como un lugar para el aseo, el relax y el ejercicio, sino también para la reunión y el negocio, de lo que da cuenta el magnífico estado de conservación del conjunto termal de Cáparra. Mención especial tuvimos para el arco tetrápilo o cuadrifronte, ejemplo único de toda la arquitectura romana de la Península Ibérica, que ha llegado hasta nuestros días con una imagen imponente después de 2.000 años; sus singulares claves constructivas, su función como eje del cardo y el decumano y la biografía conocida de Marcus Fidius Macer, mecenas que contribuyó a la monumentalización de la ciudad financiando su erección, situaron a todos en el auténtico símbolo del yacimiento arqueológico. Extendido junto a una de las caras del arco encontramos el foro, abierto con una formidable planta rectangular como el centro urbano de su población, el espacio público principal en el que se levantaron la basílica y un pórtico (para la impartición de justicia), la curia (para la reunión del senado local) y tres templos (para el culto religioso). La ruta guiada finalizó al pie de la extensa excavación longitudinal de la Vía de la Plata, que atraviesa de parte a parte la ciudad, verdadero sentido de existencia de una Cáparra que durante siglos disfrutó del importante valor estratégico devenido de su trazado y del impacto económico del paso regular de viajeros y mercancías que transitaban por ella.

Esperando que nuestros acompañantes disfrutaran de la visita tanto como nosotros guiándolos, la fría mañana de octubre fue compensada con la invitación a una bebida caliente, no sin antes haber manifestado a todos la reflexión que había servido de hilo conductor a los coordinadores del viaje: la pervivencia de Roma en nuestra sociedad. Hoy, la lengua que hablamos, el derecho y la justicia que aplicamos, las técnicas constructivas que utilizamos e incluso el ocio del que disfrutamos, beben directamente de la herencia romana. No en vano, que el desplome de las ruinas arqueológicas de Cáparra no nos impidan comprobar una franqueza: de un modo u otro, seguimos siendo romanos.