Catedrales de Extremadura (Plasencia y Coria)

ITINERARIO

Programa de nuestra visita

Dos ciudades catedralicias despuntan en el norte de Extremadura, Plasencia y Coria. Siglos separan los orígenes de sus obispados, hasta el siglo XII castellano la primera y hasta la época visigoda la segunda, pero en ambas confluyen los mismos acontecimientos: la reunión de maestros de renombre y las expresiones artísticas más importantes de su tiempo. Es aquí donde surge nuestra propuesta: un viaje histórico a la época de las catedrales.

Plasencia, fundada bajo el lema Ut placeat Deo et hominibus (“Para agradar a Dios y a los hombres”) por el rey Alfonso VIII, despunta como “perla del Jerte”, el río que baña la ciudad. Haremos parada obligada en la Casa del Deán y en sus dos catedrales Vieja y Nueva, consagradas a la Virgen María. Construcciones que atrajeron a Gil de Hontañón, Siloé, Covarrubias, Alemán y otros avezados maestros y florecimientos artísticos. En las inmediaciones de la Plaza de San Nicolás y del convento de Santo Domingo tomaremos partido en las tramas y enfrentamientos instigados por los Zúñiga, los Carvajal o los Pimentel. De camino a la Puerta del Sol y junto a la Casa de las Argollas seremos testigos del enlace matrimonial sellado en la ciudad entre Juana La Beltraneja y Alfonso V de Portugal. Y nos detendremos en la Plaza Mayor, lugar de mercado franco desde hace siglos que conmemora su popular Martes Mayor en agosto.

En Coria atravesaremos sus murallas de origen romano para adentrarnos en sus callejuelas, salpicadas de construcciones religiosas y civiles, en uso o afectadas por las desamortizaciones. Durante la visita guiada conoceremos el castillo de los duques de Alba, la cárcel real y la relación centenaria de esta bella ciudad con el mundo del toro, animal totémico que marca el calendario festivo local e incluso el callejero. También el puente sin río que sorprende a los viajeros. Con expectativas llegaremos hasta la catedral, todo un espectáculo tanto por sus portadas y torre del exterior como por su ornamentado interior. Dentro nos espera el equilibrio y la belleza del plateresco español y, sobre todo, la razón de que Coria fuera centro de peregrinación cristiana hasta el siglo XVIII: una pieza de lino de Arabia del siglo I d.C. venerada por la Iglesia.