Otra cita más con la Historia, y ya van tres, reunió el jueves 22 de noviembre de 2018 a decenas de personas en la cafetería cacereña de Los Siete Jardines. Acomodados, con café o cerveza encima de la mesa, los asistentes disfrutaron esta vez de la sapiencia de Enrique Moradiellos García, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura. Este profesor asturiano, extremeño de adopción, es uno de los historiadores de mayor renombre en el panorama universitario español actual. Especialista en Historia de España en el siglo XX, ha centrado su carrera profesional en estudiar la Guerra Civil, el Franquismo y las relaciones internacionales europeas a lo largo de todo el periodo contemporáneo. Autor de numerosas publicaciones, es de rigor destacar su obra Historia mínima de la Guerra Civil española (2016), que le ha llevado a ser galardonado nada más y nada menos que con el Premio Nacional de Historia en 2017.

Pero además de consagrar sus investigaciones al pasado más reciente de nuestras sociedades, Enrique Moradiellos representa como nadie la labor del docente comprometido con la Historia y su utilidad social, como ponen de manifiesto sus trabajos sobre el oficio de historiador. Y precisamente sobre la disciplina histórica nos habló en su intervención aquella tarde-noche de otoño cacereño. Y es que, a decir del profesor, “la historia nos rodea por todas partes: está en nuestro lenguaje, con el que pensamos y nos expresamos; en el sistema político en cuyo seno actuamos; en el espacio geográfico sobre el que nos movemos; y en el universo cultural en el que nos concebimos y representamos. Y si conocemos y comprendemos el pasado histórico, entenderemos mejor tanto nuestro presente actual como los posibles horizontes de futuro que se abren”.

En efecto, la historia, con minúscula, es el testigo y testimonio del pasado de los seres humanos, según el sentido griego clásico del término (isto = testigo/testimonio). Y la Historia, con mayúscula, es el relato de los hechos fundamentados en aquellos testimonios, cuyo “padre” también se lo debemos a Grecia – Heródoto de Halicarnaso -. Pero no solo en la coordenada temporal se mueve la historia, pues ya se representaba a su musa – Clío – viendo con un ojo la cronología y con el otro la geografía. No se puede entender, por tanto, el tiempo sin el espacio. El historiador ha de ajustarse entonces a ambas coordenadas y también a los principios que rigen su oficio, al menos, desde el siglo XIX – “el siglo de la Historia” -. Buscar y hallar la evidencia sometiéndola a la crítica; negar la causa del azar, la magia o la religión; y mantener la significación temporal, es decir, evitar la ucronía y el anacronismo. Solo así podrá obtenerse “la verdad de hecho” y ejercer “la verdad de interpretación”. La fundamentación teórica es, a juicio del Catedrático, la base de toda creación de conocimiento histórico.

De todas formas, de nada serviría la teoría sin la práctica y, en este sentido, la discusión es fundamental para el avance de la Historia. El debate historiográfico es positivo y necesario para mantener la obligación constante de preguntarse y reflexionarse la respuesta. Y así lo hicieron los asistentes a la magistral charla del profesor Moradiellos. El debate comenzó, inevitablemente, con la actual cuestión de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, pues el público, sabedor de tener enfrente a un especialista en la materia, se mostraba ávido de respuestas clarividentes. Enrique Moradiellos, autor del reciente estudio Franco. Anatomía de un dictador (2018), expresó su postura de manera argumentada si bien dejando claro que una cosa es el estricto ejercicio de la materia histórica y otra es la opinión propia de cada persona. La eterna dicotomía entre objetividad y subjetividad. Y al hilo de esto último, también se trató el tema de la cientificidad de la Historia, en tanto que disciplina con teoría y método pero necesitada de adjetivación – ciencia social o humana – para diferenciarla de las (“más objetivas”) ciencias de la naturaleza. Cuestiones éstas, como se desprende, ricas en matices y deliberaciones filosóficas que precisan de más y más encuentros como estos Cafés con Historia.

Las conclusiones nos parecen evidentes. Ante la curiosidad y el interés que muestra la sociedad para con la Historia en este tipo de actos, se hace cada vez más necesario el acercamiento de los historiadores a foros como el que proponemos desde el colectivo de Guías-Historiadores de Extremadura. Creemos firmemente, además, en que para el historiador ya no basta atenerse a aquellos principios clásicos para el buen ejercicio de su oficio, que también, sino que es también su responsabilidad la socialización de la Historia.
Y en ello estamos. Hasta la próxima.