Es una realidad tangible que Cáceres, reconocida por la UNESCO entre las quince Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, posee uno de los más singulares cascos históricos de todo el continente europeo. Las declaraciones monumentales y promociones proteccionistas alcanzaron en 1986 su cénit con la citada distinción otorgada por la UNESCO, que venía a reconocer la dimensión del inmenso Patrimonio legado por la ciudad a las generaciones presentes y futuras. La arquitectura militar (murallas, torres), eclesiástica (iglesias, conventos, ermitas) y civil (casas señoriales, aljibes) concentraban entonces las miradas de la declaración y aglutinan también hoy las atenciones de quienes día tras día e independiente de su procedencia u obligaciones para con su conservación consagran sus energías a la gestión del Patrimonio cacereño.

La arquitectura civil, entendida como las casas señoriales y palacios que pueblan el casco histórico cacereño (intramuros y extramuros, muchas veces tan olvidado), ha sido fundamental para la obtención de estas distinciones o cuanto menos la base sobre la que se han cimentado las políticas conservacionistas destinadas a la protección jurídica, la restauración, el uso y la promoción cultural y turística de la ciudad. Es cierto que no siempre con la debida ecuanimidad, sino desde una perspectiva que (ad)mira y que pretende hacer que todos (ad)miremos estas construcciones residenciales desde una óptica eminentemente «monumentalista», a veces impostada, que en cualquier caso no invalida esos reconocimientos unánimes. Lo cierto es que cualquier edificación del extenso catálogo de la arquitectura residencial cacereña atesora en sus fachadas e interiores, en sus plantas y en sus alturas, los ecos de los linajes que las levantaron y habitaron, las comodidades y modas artísticas que detentaron así como las titularidades y los usos que han atravesado a lo largo del tiempo. Dicho de otro modo, cada una de las casas señoriales y palacios de Cáceres guarda un pedazo de la Historia (con mayúsculas) y su estudio detallado, en su conjunto y a título individual, así puede revelarlo.

Bajo esta premisa, el Centro de Profesores y Recursos (en adelante, CPR) de Cáceres acudió a mediados de 2018 a Carlos Marín, integrante de Guías-Historiadores de Extremadura, prestándole la oportunidad de participar en calidad de ponente del curso «El conocimiento de los palacios de Cáceres para aplicarlo en la enseñanza» durante el año académico 2018-2019. Gracias al trabajo que desarrolla su área de Innovación Educativa, este organismo está convencido de que la formación continua es un objetivo crucial en la madurez de la comunidad docente, donde el citado curso ha tenido su buen encaje. Rápidamente, tanto el CPR de Cáceres como nuestro compañero coincidieron en la inmejorable coyuntura para tomar la arquitectura residencial cacereña como paradigma y redundar en la fórmula de recurso educativo para su aplicación didáctica. De este modo, en enero de 2019 todas las expectativas fraguaron en la celebración de un curso con treinta personas inscritas, a cuyos objetivos, desarrollo y conclusiones hemos destinado la reseña que sigue.

El objeto del curso (la arquitectura palaciega como fuente de conocimiento y su múltiple aplicación didáctica), el tiempo pautado (la planificación para la exposición de los contenidos) y la forma de impartición (clases teóricas y una práctica in situ en el casco histórico) se delinearon desde un principio para introducir a los inscritos en los objetivos fundamentales perseguidos: conocer el pasado y el presente de la arquitectura civil y residencial de Cáceres, apreciar la historia, el urbanismo y la arquitectura de la ciudad y atisbar de forma somera las amplias perspectivas de su futuro. El resto de la sesión se orientó a la presentación didáctica de una introducción histórica y conceptual con miras a ubicar la arquitectura residencial cacereña en el seno de Extremadura, de la Península Ibérica y aun de Europa, así como a desentrañar las vías de financiación que determinaron su erección, la estructura elemental en torno a la que se organizaron y su progresiva evolución estilística. Sólo así, habiendo imbricado la particular historia urbanística y arquitectónica de Cáceres en los ritmos que señalan el devenir del contexto histórico universal en el que la ciudad nace y se desarrolla, se puede entender la evolución sincrónica de estas edificaciones. No en vano, sin desmerecer sus condicionantes orográficos y geológicos, al igual que sus orígenes fundacionales romanos y los siglos de la dominación islámica (dos momentos históricos cruciales para fijar lo que serán los futuros polos urbanísticos y los centros de la arquitectura monumental cristiana, herederos de hitos como el foro romano en el barrio bajo o de la alcazaba islámica en el barrio alto), la conquista cristiana de 1229 y las dinámicas de la repoblación de la villa suponen un aldabonazo en la configuración del entramado urbanístico cacereño en cuestión. De aquí en adelante se entiende el creciente proceso de nobiliarización del área intramuros durante la Baja Edad Media y la consecuente militarización de su arquitectura, la plasmación del nuevo orden artísico devenido del Renacimiento, la tímida actividad constructiva del delicado siglo XVII, las reformas de las edificaciones civiles y eclesiásticas en el Siglo de las Luces y la configuración casi definitiva del paisaje urbano antiguo de Cáceres en los prolegómenos del Estado liberal, que aislaría el legado del pasado de la transición hacia la modernidad.

Una vez asentados estos conceptos y términos, fue posible dedicar las sesiones teóricas restantes al análisis individualizado de esta arquitectura nobiliaria. Para ello, se tomaron como referencia una veintena de edificaciones residenciales del casco antiguo cacereño y no la globalidad de las que pueblan el paisaje urbano del municipio. Esto es, las más reseñables del espacio intramuros y extramuros para describir los estilos y las cronologías que han atravesado, las plantas y los alzados mediante las que se articularon, los materiales constructivos y decorativos con las que se erigieron y engalanaron, los entornos ante las que se abrieron o cerraron, los linajes y acontecimientos históricos (y legendarios) que determinaron su existencia, las capillas y sepulcros que levantaron quienes las moraron para justificar sus privilegios, las titularidades y usos que han detentado y, por último, los estados de conservación y rehabilitaciones que han determinado su fisonomía actual. Cada una de las edificaciones seleccionadas requería un esquema descriptivo individualizado, en función de sus particularidades históricas, arquitectónicas y conservacionistas (algunas de estas residencias han adolecido de fuertes reformas en el tiempo que han desfigurado su esencia origianal), por lo que este bosquejo para su análisis no se tomó en ningún momento como un croquis monotético, sino abierto a esas mismas particularidades que han fijado la memoria y el presente de una edificación concreta.

El barrio bajo intramuros de Cáceres, con toda la arquitectura residencial concentrada en torno a la Concatedral de Santa María, fue el inicio de esta exposición individualizada. Desde el Palacio Episcopal, antiguas casas del Obispado de Coria y máxima representación del poder espiritual en la ciudad, hasta la más relevante arquitectura de la nobleza cacereña construida en sus privilegiados contornos (familias Carvajal, Ovando, Toledo-Moctezuma, Mayoralgo, Golfines de Abajo…). Los palacios y casas señoriales del barrio alto intramuros, tras habernos detenido en los ejemplos situados en el tránsito entre una zona y otra (familia Cáceres-Nidos), fueron expuestos con las mismas consideraciones: tomando como pivote la iglesia de San Mateo que corona la rasante más alta de la ciudad amurallada, es como se contextualizan correctamente los solares y las edificaciones de los más singulares linajes que señorearon la villa (familias Solís, Sande, Golfines de Arriba, Ulloa…). Con la expansión de la ciudad hacia el norte y el oeste extramuros, en torno a la iglesia de Santiago y la Plaza Mayor, y la mención de los más significativos ejemplos de la arquitectura residencial cacereña de estos sectores (Palacio de Godoy), se dieron por terminadas las clases teóricas, consumadas con una reflexión final sobre los usos y abusos que atañen a las edificaciones estudiadas.

El broche de oro al curso organizado junto con el CPR de Cáceres fue la agradable visita guiada que Carlos Marín realizó a la treintena de asistentes entre las propias calles y plazas del casco antiguo. A fin de reafirmar los contenidos expuestos y de palpar in situ los ecos y avatares históricos manifestados por su arquitectura palaciega, la ruta temática guiada por nuestro compañero comenzó en el barrio bajo y se extendió durante casi tres horas hasta el barrio alto. Entre medias, todos los inscritos pudieron conocer personalmente los interiores del Palacio de Carvajal, gestionado por la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, y el Palacio de los Golfines de Abajo, amparado en la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, a cuyos administradores agradecemos de corazón las atenciones que nos dedicaron mientras estuvimos entre sus dependencias.

Son muchas las vertientes profesionales mediante las que los historiadores enseñamos y ensayamos los fundamentos y la materia de nuestra disciplina. En esta ocasión, ha sido el ámbito docente desde el que hemos dado rienda suelta a nuestro torrente humanista e investigador, con el gran mérito organizativo del CPR de Cáceres, al que damos las más expresivas gracias por la oportunidad prestada (con nombres, a Florencio Blanco Rodríguez, asesor de Innovación Educativa). Una gratísima experiencia docente que deseamos se prolongue en el tiempo más pronto que tarde, más si cabe cuando desde Guías-Historiadores de Extremadura se tienen ya nuevos argumentos para ahondar en el conocimiento de las realidades históricas que han modelado la región. A todos los asistentes e interesados, pues, no les decimos adiós, sino un cálido hasta pronto.