Cada 13 de junio, la Iglesia católica celebra la fiesta de uno de los santos más venerados en todo el mundo: San Antonio de Padua. Como a la mayoría del santoral, se les invoca para algo en particular, y para el santo portugués (no italiano como algunos lo consideran) si pierdes algún objeto tras rezarle y/o pedirle encontrarlo, lo hallarás. Muchos fieles acuden a él para que interceda en la búsqueda de un buen esposo o esposa. Es también patrono de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros.
Antes de ver la relación que tiene este santo con la villa de Cáceres, mencionaremos de manera somera algunos apuntes biográficos. Fernando de Bulhões, después conocido como San Antonio, nace en Lisboa en 1195 en una familia nobiliaria, siendo desde pequeño creyente y, sobre todo, con un gran fervor mariano. Ya en el año 1221 fue admitido para ingresar en la Orden Franciscana, participando en la ciudad de Asís del Capítulo General de la Orden y, más adelante, enviado a predicar en diversas ciudades. Las fuentes cuentan que al tener tanto éxito la gente intentaba estar cerca de él, hasta tal punto que algunos le arrancaban pedazos de su hábito, por lo que se le asignó un grupo de hombres para protegerlo tras sus sermones.
Uno de los lugares donde vivió fue Padua, de ahí que se le conozca como San Antonio de Padua. Durante sus largas estancias en dicha ciudad luchó y denunció la práctica de la usura. Poco a poco la salud del franciscano se fue resintiendo y se retiró a descansar a los bosques, lejos del mundanal ruido. Algo antes de fallecer pidió regresar a Padua, pero no pudo lograr su deseo y murió antes de llegar a la ciudad italiana. El 13 de junio de 1231 recibió los últimos sacramentos, siendo canonizado sin que hubiera transcurrido un año de su muerte por el Papa Gregorio IX. Fue luego declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Pio XII, el 16 de enero de 1946.
San Antonio es patrón de innumerables lugares y diócesis, no solo de España, sino de países de América del Sur como Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá, Perú o Venezuela, entre otros. Además de existir un importante número de toponimias, en muchas ciudades y municipios españoles encontramos ermitas bajo su advocación.
Dentro de la zona amurallada de la Ciudad Monumental de Cáceres, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986, enclavada en el extremo este, nos encontramos con un barrio de unas pocas calles. Más humilde y mucho más simple en comparación con el resto de la ciudad intramuros, conocido como la Quebrada debido a sus callejuelas angostas y un fuerte desnivel. Apoyando parte de sus muros en la propia muralla está la ermita de San Antonio de Padua, también conocida como San Antonio del Barrio o de la Quebrada. Es un edificio sencillo de planta rectangular, alzado en mampostería enlucida y encalada, cubierto por bóvedas de arista en su sola nave. La cabecera se remata con una cúpula de media naranja y a los pies una pequeña tribuna coral de madera. El acceso a su interior es mediante un pórtico con arcos irregulares y pilastras gruesas. En su interior se conserva un retablo rococó realizado por el tallista cacereño José González que según el historiador Publio Hurtado costó 2.300 reales, a los que se añadieron otros 2.000 reales por el dorado. La hornacina central la preside una imagen del santo de madera policromada realizada en Salamanca en el siglo XVIII.
La tradición que ha llegado hasta nosotros hoy día es que la ermita se construyó en el mismo solar que ocupó la sinagoga de los judíos de la villa de Cáceres. Algunos investigadores no tienen del todo claro que sea así, pero la documentación y otros historiadores sí. Al parecer, la ermita se edificó sobre una primitiva sinagoga sobre el año 1470, patrocinando las obras Alonso Golfín, señor de Torre Arias, transformándose una parte del solar en ermita y otra en vivienda. Esta primera edificación de finales del siglo XV sufriría una modificación en 1661-1666, cuando, por mandato testamentario de Francisco Díaz Suárez se le añade la cúpula y se cubre con bóveda la nave.
Como prueba de que la ermita de San Antonio se construye sobre unas casas de Alonso Golfín y que había sido sinagoga judía se ha querido aportar un documento de 1858 que se conserva en el archivo parroquial de la iglesia de San Mateo de Cáceres. Aún en el siglo XIX la tradición hablaba del templo judío, como lo dio a conocer María del Mar Lozano Bartolozzi. Don Francisco Santillana, sacerdote encargado de la ermita, exponía al obispo de Coria que «en el año mill cuatrocientos setenta… Alonso Golfín… hizo construir a sus expensas la referida ermita sobre una casa de su propiedad que hubo sido sinagoga de judíos…». Ya antes, en el siglo XVIII, el sacerdote cacereño Simón Benito Boxoyo nos decía lo siguiente: «El sitio en que se formó fue casa de habitación, propia de Alonso Golfín; y antes había sido sinagoga de judíos; expresamente consta de la licencia original, que dio el Ilustrísimo Señor don Iñigo Manrique Lara obispo de Coria en Dueñas, obispado de Palencia, 22 de septiembre de 1470, para que el don Alonso Golfín pudiese edificar iglesia en honor de San Antonio».
La devoción al santo ha perdurado durante siglos. Su imagen sale en procesión desde su ermita hasta la iglesia de San Mateo recorriendo las calles del barrio judío. El día de la Fiesta Mayor se celebra una misa por la mañana y rosario y novena por la tarde. Debido a que es uno de los santos más queridos en la ciudad y al esfuerzo de todos los cacereños, se ha relanzado su devoción hasta el punto que en el año 2009 la Universidad Popular llevaba a cabo una restauración de la ermita y la recuperación del dorado original del retablo del altar mayor.