Juan Rebollo Bote participará en el VI Congreso de Jóvenes Medievalistas el próximo día 21 de febrero de 2018 en Madrid, con una comunicación titulada “Memoria islámica y judía de Extremadura: recuerdos, olvidos y tergiversaciones”.

La Historia no es sinónimo de Memoria. No obstante, a lo largo de los siglos, los datos históricos han sido procesados en función de determinados contextos ideológicos que seleccionaban, consciente o inconscientemente, lo que debía de ser recordado. Por citar tan solo un ejemplo, en el siglo XIX (el “siglo de la Historia” como incipiente disciplina científica), el ideal romántico absorbió a historiadores y eruditos locales y nacionales en una indagación en el pasado en aras de encontrar justificaciones que permitiesen establecer unas bases memorísticas de sus sociedades contemporáneas. En los albores del siglo XXI sigue ocurriendo lo mismo.

En la región extremeña existen algunos ejemplos manifiestos de memoria selectiva, de olvidos, de tergiversaciones y de erróneas interpretaciones de la Historia y herencia patrimonial islámica y judía. . Por un lado, el conocimiento histórico ha propiciado igualmente la fijación de una memoria musulmana y el fortalecimiento de aspectos identitarios locales y su aprovechamiento turístico, con la celebración de eventos festivos como Al-Mossassa Batalyaws – “la fundación de Badajoz” – o el Festival Morisco de Hornachos. Por otro lado, en lo que a la minoría judía se refiere, la fiebre por poner en valor los barrios donde se asentó aquella comunidad (circunstancia olvidada para el caso mudéjar) ha inventado espacios de culto como la sinagoga de Valencia de Alcántara o magnificado juderías como la de Hervás. De otra parte, seguimos encontrando en la actualidad la creencia y repetición hasta la saciedad de tesis formuladas por investigadores locales a finales del siglo XIX y principios del XX, como la adscripción islámica de las murallas de Granadilla o Galisteo. Éstos y otros ejemplos necesitan ser abordados desde una perspectiva científica y académica que evite, en la medida de lo posible, la pervivencia en el tiempo de una memoria falsa y parcial.

La Memoria es solo una parte de la Historia, selectiva y, en multitud de ocasiones, filtrada según intereses del momento. El historiador – investigador – tiene la obligación de estudiar e interpretar la documentación histórica para exponer, no para justificar, acontecimientos pasados, interrelacionarlos con el presente y, en la medida de lo posible, explicar los sucesos venideros. Asimismo, el oficio de historiador debería revestir igualmente de la responsabilidad de divulgar la Historia a la sociedad para evitar la manipulación y tergiversación de las diferentes ideologías.