La Sociedad Extremeña de Arqueología y Patrimonio (en adelante, SEdAP) quiso que nuestro segundo destino conjunto tuviera a Trujillo en el horizonte de sus expectativas. La ruta histórica tuvo lugar el día 27 de octubre de 2018, guiada por nuestro compañero Carlos Marín, y el hilo conductor de nuestro itinerario fue la profunda relación de la ciudad de Trujillo con el Nuevo Mundo y el mestizaje hispanoamericano. Por delante nos esperaba una intensa jornada, de mañana y de tarde con numerosos accesos a interiores, donde Guías-Historiadores de Extremadura pretendía mostrar a los acompañantes (medio centenar de inscritos) la rica historia trujillana desde sus orígenes hasta el presente y, ante todo, la crucial aportación de la ciudad y sus gentes a la conquista, colonización y administración de América junto a la urdimbre cultural que este continente y Europa han trazado desde entonces, cuyos ecos se dejaron sentir a cada paso. Lo que sigue a continuación es una reseña del viaje y de las claves históricas que en todos los asistentes despertó.

Reunido el grupo en la Plaza Mayor de Trujillo, fuimos conscientes de la necesidad de trazar una panorámica histórica de la ciudad desde sus tiempos prehistóricos hasta la Contemporaneidad, a modo de introducción, disfrutando de la propia panorámica urbana que los contornos de la villa y las siluetas que el alcázar islámico, sus iglesias y sus palacios dibujaban. La escultura ecuestre de Francisco Pizarro que preside la plaza nos sirvió para introducir a la SEdAP en su figura y contexto histórico, un aperitivo de lo que habría de ser el desarrollo de su biografía posterior, para acceder a continuación a la iglesia de San Martín y conocer cómo Sancho de Cabrera diseñó un templo visitado en su época por Carlos V o Felipe II, entre otros. La peraltada ronda trasera de este edificio eclesiástico que sube hasta el alcázar musulmán nos sirvió de mirador para divisar la extensa penillanura trujillano-cacereña y contextualizar la base de su antigua y pujante economía ganadera. Las vistas de pájaro fueron todavía mayores desde el interior y la ronda de murallas y torres de esta fortificación, extraordinaria construcción militar andalusí cuyo estado de conservación es sólo comparable a su huella histórica sobre Trujillo y su entorno: una fortificación de origen islámico que se vio posteriormente envuelta, como protagonista, en la Guerra de Sucesión Castellana y en los recurrentes enfrentamientos bélicos que le sucedieron.

Después de contemplar las piezas históricas y artísticas que conserva el Convento de La Coria, arruinado entre ocupaciones napoleónicas y desamortizaciones, pero recuperado hoy por la Fundación Xavier de Salas para alojar un Museo Didáctico y una Muestra de Artesanía Iberoamericana, la ruta continuó por los contornos fortificados de la villa. Un agradable paseo extramuros de temática militar que nos llevó a rodear el Espolón, analizar la puerta del Triunfo, conocer los alcázares de las familias Bejarano y Escobar y salir por la puerta de San Andrés. La jornada de la mañana se cerró con un colofón merecido: el acceso al palacio de Orellana-Pizarro, con su bello patio renacentista, cuya función como Casa de la Contratación nos permitió estrechar los lazos con la Historia de América que habríamos de relatar durante la tarde.

Una vez recuperadas las fuerzas, nos desplazamos hasta el Centro de los Descubridores, cuya panelería y maquetas nos sirvieron de materiales de apoyo mediante los que comprender los avances en la navegación, sus peligros, la trascendencia del descubrimiento y la aportación de Trujillo al hecho americano a partir de 1492. No sin hacer una merecida referencia al alcázar de Luis de Chaves El Viejo, que muchos autores sitúan entre los mejores exponentes de la arquitectura civil fortificada de toda Castilla, y de la puerta e iglesia de Santiago adyacentes. La Casa-Museo de Pizarro hizo también las delicias de cuantas personas tuvimos la suerte de acompañar ese día. Dentro, fuimos parte de la epopeya de Francisco Pizarro y de los pocos cientos que le acompañaron en la conquista del Imperio Inca (Perú), del impacto y de la mezcolanza cultural subsiguiente entre dos mundos tan distintos y de cuál fue el triste destino del trujillano en medio de la guerra civil que se desató entre pizarristas y almagristas.

Enfrente de Santa María la Mayor, imponente templo de la diócesis de Plasencia, tuvimos tiempo de apreciar sus fases constructivas y estilísticas así como las curiosidades de cierta anécdota vinculada a la reconstrucción de su torre-campanario tardorrománica en el pasado siglo. En su interior, aglutinamos a los asistentes en los bancos para desentrañar cómodamente la naturaleza de sus naves, del retablo de Fernando Gallego y de las capillas y sepulcros de las más afamadas familias de Trujillo, con especial hincapié en la vida y las hazañas guerreras de Diego García de Paredes, “El Sansón de Extremadura”. Para rematar la intensa jornada, tomamos el camino de la Plaza Mayor no sin antes detenernos frente al busto y la casa de Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas desde su nacimiento hasta su desembocadura, cuya gesta de casi 5.000 km. de recorrido nos hizo partícipes de un hecho escrito por Trujillo en la Historia de la Humanidad. Nuestra última parada, cómo no, fue el palacio de los Marqueses de la Conquista, construido y habitado por los descendientes del malogrado Francisco Pizarro. Su formidable balcón y escudo historiado, que narra con poderosas imágenes la conquista del Imperio Inca y los lazos familiares vinculados al mestizaje que el trujillano forjó para asegurar su fortuna, al igual que los avatares que el edificio ha sufrido hasta nuestros días, fueron la mejor conclusión para la jornada.

Con estas líneas, reiteramos nuestro agradecimiento a la SEdAP por haber confiado en historiadores para conocer los rincones de Extremadura y, en especial, la firme relación de nuestra región con Iberoamérica. De igual modo, felicitamos a todos los asistentes de su colectivo por su amabilidad, trato y simpatía para hacer probable un oficio, el de divulgar la Historia, del que orgullosos y satisfechos nos sentimos.