Hace más de 2.500 años la península ibérica era la playa más occidental en la que morían las aguas del Mediterráneo. En su ir y venir, las olas arrastraron consigo nuevos modos de vida, ideas religiosas o técnicas constructivas, que acabaron fusionándose con las culturas autóctonas. Ex oriente lux, bautizaron a este trasiego los historiadores. La Extremadura actual rinde cuentas de estas transformaciones en hallazgos y yacimientos arqueológicos. Una región que formó parte del proceso que se ha dado en llamar Orientalizante y de la periferia de Tartessos, y que con posterioridad absorbió la romanización caracterizada por la continuidad y no por la ruptura.

Tales convicciones fueron la correa de transmisión del viaje cultural organizado para la Sociedad Extremeña de Arqueología y Patrimonio (en adelante, SEdAP) el sábado día 26 de noviembre: un itinerario por la comarca de La Serena (Badajoz) concebido para conocer qué queda en pie y conservado de estos tiempos en Extremadura. Las líneas que siguen son una reseña de este viaje, diseñado por Guías-Historiadores de Extremadura a través de nuestro compañero Carlos Marín, dedicadas como no podía ser de otro modo a la SEdAP.

Iniciamos el viaje temprano, conscientes de lo mucho que ver y de las distancias que recorrer, y recorriendo la historia de la comarca en un orden cronológico inverso, esto es, desde los siglos medievales, pasando por la romanización y hasta el I milenio a.C. como referentes. Así las cosas, en la cima que corona el castillo de Magacela, con sus envidiables vistas, introdujimos a nuestros viajeros en las características de La Serena: su plataforma de paisajes abiertos, de llanura y penillanura, sus relieves principales y su riqueza en yacimientos arqueológicos desde la Edad de los Metales hasta la Edad Media en atención al aprovechamiento agropecuario y minerometalúrgico. Bien lo sabían quienes protagonizaron las colonizaciones mediterráneas para marcar de forma crucial la historia rural de Extremadura, donde cabe buscar el germen del latifundio, de la señorialización del campo y de las aristocracias justificadas en la posesión y explotación de la tierra, con tanto eco en el presente.

En el interior del castillo de Magacela nos hicimos eco de la legendaria y curiosa etimología de la localidad, cuya credibilidad se busca todavía en fuentes históricas y restos arqueológicos. No obstante fueron el periodo romano, constituida en oppidum para articular sus primeros asentamientos tras la conquista de Hispania, y sobre todo la larga Edad Media, donde vivió revueltas bereberes, la conquista cristiana y la repoblación a manos de la Orden Militar de Alcántara, los momentos de mayor significación histórica del lugar. Siglos medievales que dotaron a la cresta en que se asienta de una fortaleza con dos recintos defensivos y un  cuerpo principal, comprobado palmo a palmo por quienes disfrutamos de este día.

Encaminamos nuestros pasos a continuación hacia el término municipal de Quintana de la Serena, donde se enclava Hijovejo, una pequeña pero singular fortificación de época romana. Referimos su contexto como recinto-torre de época tardorrepublicana, uno de tantos que proliferaron en las proximidades de zonas de paso, vías de comunicación o cauces fluviales, que tiene en Hijovejo el mejor exponente por su grado de conservación, complejidad y dimensiones así como la presunción del uso de mano de obra indígena en su construcción. Todo ello antes de que el fortín pasara a convertirse en una de las muchas villae que poblaron y aprovecharon los recursos económicos de La Serena. Tras circunvalar la fortificación, como mejor se contemplan los bolos graníticos y las piedras ciclópeas con las que se levantó, dimos en su interior con las habitaciones y espacios diseñados para la defensa, la guardia, la intendencia y el descanso del legionario. La más elocuente manera de reconocer la vida cotidiana y los rigores del día a día del soldado romano en los confines de frontera del imperio durante los 25 años de servicio en el ejército… si sobrevivía al intento.

El plato fuerte se dejó para la última hora de la mañana, Cancho Roano. Su aprovechable centro de interpretación y el propio yacimiento arqueológico confirmaron las expectativas: la historia de las excavaciones, el revelador topónimo del lugar, las fuentes bíblicas, clásicas e históricas más fidedignas al igual que el contexto mediterráneo en general y el occidental peninsular en particular, ayudaron a entender las poderosas influencias venidas de Oriente así como las interpretaciones y funciones religiosas, políticas y comerciales que se han querido ver en Cancho Roano. Suntuosos objetos de adorno personal, indicios de banquetes rituales y sacrificios, estatuillas de bronce (hoy emblema de Cancho Roano) y otras piezas importadas de Grecia, Fenicia, Etruria, Egipto y Cartago nos hicieron navegar por el Mediterráneo y comprobar la fuerte personalidad cultural de este edificio tartésico en su arquitectura y sus técnicas constructivas.

Tras el agradable parón de la comida, retomamos el viaje con renovadas energías para conocer el callejero y la historia de Zalamea de la Serena. Una localidad situada en el corazón de la comarca que retiene mucho de lo acontecido en las líneas que preceden. Nos bastó con posar la mirada sobre el famoso dístylo sepulcral romano de la Plaza de la Constitución, único en pie en la península ibérica y casi en el Mediteráneo, y un vistazo a la cisterna de agua romana que ha sido recientemente excavada y conservada, para comprobar que tras la caída de Tartessos la romanización siguió el mismo camino marcado por la tradición.

La ruina del castillo de Arribalavilla nos hizo añorar las estancias de egregias figuras de la cultura universal en su seno, como Antonio de Nebrija, quien al amparo del mecenazgo de los Zúñiga redactó buena parte de la primera gramática castellana. Frente a la casa del honrado Pedro Crespo rememoramos a un no menos recordado Pedro Calderón de la Barca, que quiso ambientar en la localidad su obra El garrote más bien dado (universalmente rebautizada después como El Alcalde de Zalamea) grabándola a fuego entre las obras teatrales más señeras de la literatura del Siglo de Oro. Como también ha sido digna de narrarse en la literatura la biografía de Marina Ortiz de Gaete, esforzada esposa de Pedro de Valdivia, de cuya lastimera aventura en América fuimos testigos frente a la casa en la que se dice que nació. Para el final dejamos la Real Capilla del Santísimo Cristo de la Quinta Angustia y su gran proyecto arquitectónico inacabado, obra ambiciosa de la que destacar los paneles de azulejos pintados con pasajes bíblicos que decoran su interior.

Aquí terminó la jornada en La Serena y el décimo viaje emprendido junto con la SEdAP en los últimos años. Una colaboración con beneficios recíprocos que esperamos retomar en el año 2023 a punto de estrenar. ¡Gracias y hasta pronto!